{Levítico 10:1}
Nadab y Abiú no eran chamanes ni vendedores de aceite de serpiente que se infiltraron en el campamento de los israelitas con el fin de difundir las supersticiones de los cananeos entre la gente. Ellos eran, según todas las apariencias, hombres justos, respetables y líderes espirituales piadosos.
Eran sacerdotes del Dios único y verdadero. No se trataba de levitas mediocres. Nadab era heredero de la posición de sumo sacerdote y Abiú era el siguiente en la línea después de él. Eran los hijos mayores de Aarón. Moisés era su tío. Sus nombres encabezan la lista de «los príncipes de los hijos de Israel» (Éxodo 24.11). Aparte de su padre, Aarón, son los únicos mencionados por nombre la primera vez que las Escrituras hablan de los «setenta varones de los ancianos» de Israel, el grupo de líderes que compartía la supervisión espiritual de la nación hebrea (Números 11.16–24).
Las Escrituras no los presentan como figuras siniestras u hombres notoriamente malos, todo lo contrario. Estos dos hermanos, junto con los otros setenta ancianos, tuvieron el privilegio en el Sinaí de ascender hasta la mitad de la montaña y ver desde una distancia cómo Dios hablaba con Moisés (Éxodo 24.9–10). El pueblo de Israel había recibido instrucciones de permanecer al pie de la montaña, ordenándosele: «No subáis al monte, ni toquéis sus límites» (Éxodo 19.12).
Mientras que Dios estaba allí hablando con Moisés, si tan siquiera una bestia perdida vagaba por la falda del Sinaí, ese animal debía ser apedreado o asaeteado (v. 13). Desde la base de la montaña, todo lo que los israelitas podían ver era humo y relámpagos.
Sin embargo, Nadab y Abiú fueron nombrados expresamente por el mismo Señor, quien los invitó a subir con los setenta ancianos. «Y vieron a Dios, y comieron y bebieron» (Éxodo 24.11). En otras palabras, Nadab y Abiú habían estado más cerca de Dios que lo que casi nadie había estado. A ningún otro israelita, excepto al propio Moisés se le había dado jamás un privilegio mayor. Estos hombres sin duda parecían ser piadosos, líderes espirituales confiables y fieles siervos de Dios.
Aarón y sus hijos fueron ungidos en una ceremonia de siete días de duración una vez que la construcción del tabernáculo se completó. En el octavo día (Levítico 9.1), Aarón ofreció la primera ofrenda por el pecado que jamás se había hecho en el tabernáculo, y la ceremonia fue interrumpida con un milagro: «Salió fuego de delante de Dios, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros» (Levítico 9.24
Porque las instrucciones para construir el Altar de incienso fueron dadas a Moisés y Aarón, leemos esta advertencia “No ofreceréis sobre el (altar) incienso extraño…” (Ex.30:9). El fuego usado en el servicio del Tabernáculo descendió del cielo y de ese fuego del altar de bronce había de ser tomado para quemar el incienso en el altar de incienso detrás del velo (Lev.16:12). Los hijos mayores de Aarón, Nadab y Abiu, profanaron el santuario cuando “ofrecieron fuego extraño”.
Nadab y Abiú no eran chamanes ni vendedores de aceite de serpiente que se infiltraron en el campamento de los israelitas con el fin de difundir las supersticiones de los cananeos entre la gente. Ellos eran, según todas las apariencias, hombres justos, respetables y líderes espirituales piadosos.
Eran sacerdotes del Dios único y verdadero. No se trataba de levitas mediocres. Nadab era heredero de la posición de sumo sacerdote y Abiú era el siguiente en la línea después de él. Eran los hijos mayores de Aarón. Moisés era su tío. Sus nombres encabezan la lista de «los príncipes de los hijos de Israel» (Éxodo 24.11). Aparte de su padre, Aarón, son los únicos mencionados por nombre la primera vez que las Escrituras hablan de los «setenta varones de los ancianos» de Israel, el grupo de líderes que compartía la supervisión espiritual de la nación hebrea (Números 11.16–24).
Las Escrituras no los presentan como figuras siniestras u hombres notoriamente malos, todo lo contrario. Estos dos hermanos, junto con los otros setenta ancianos, tuvieron el privilegio en el Sinaí de ascender hasta la mitad de la montaña y ver desde una distancia cómo Dios hablaba con Moisés (Éxodo 24.9–10). El pueblo de Israel había recibido instrucciones de permanecer al pie de la montaña, ordenándosele: «No subáis al monte, ni toquéis sus límites» (Éxodo 19.12).
Mientras que Dios estaba allí hablando con Moisés, si tan siquiera una bestia perdida vagaba por la falda del Sinaí, ese animal debía ser apedreado o asaeteado (v. 13). Desde la base de la montaña, todo lo que los israelitas podían ver era humo y relámpagos.
Sin embargo, Nadab y Abiú fueron nombrados expresamente por el mismo Señor, quien los invitó a subir con los setenta ancianos. «Y vieron a Dios, y comieron y bebieron» (Éxodo 24.11). En otras palabras, Nadab y Abiú habían estado más cerca de Dios que lo que casi nadie había estado. A ningún otro israelita, excepto al propio Moisés se le había dado jamás un privilegio mayor. Estos hombres sin duda parecían ser piadosos, líderes espirituales confiables y fieles siervos de Dios.
Aarón y sus hijos fueron ungidos en una ceremonia de siete días de duración una vez que la construcción del tabernáculo se completó. En el octavo día (Levítico 9.1), Aarón ofreció la primera ofrenda por el pecado que jamás se había hecho en el tabernáculo, y la ceremonia fue interrumpida con un milagro: «Salió fuego de delante de Dios, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros» (Levítico 9.24
Porque las instrucciones para construir el Altar de incienso fueron dadas a Moisés y Aarón, leemos esta advertencia “No ofreceréis sobre el (altar) incienso extraño…” (Ex.30:9). El fuego usado en el servicio del Tabernáculo descendió del cielo y de ese fuego del altar de bronce había de ser tomado para quemar el incienso en el altar de incienso detrás del velo (Lev.16:12). Los hijos mayores de Aarón, Nadab y Abiu, profanaron el santuario cuando “ofrecieron fuego extraño”.
“Fuego extraño”, es ofrecer a Dios lo que el no ordeno. Es actuar con presunción en los actos sagrados de nuestro servicio a Dios.TODA adoración que no es encendida por el Espíritu Santo es “fuego extraño”; y procede de la carne; y “la carne para nada aprovecha”; y Dios “no la mira con agrado” (Gn.4:4).
Lo más probable es que Nadab y Abiú tomaron fuego de alguna fuente que no era el altar de bronce y lo utilizaron para encender sus incensarios. Recuerde que Dios mismo hizo arder el altar con fuego del cielo. Al parecer, Nadab y Abiú habían llenado sus incensarios con fuego de su propia creación o con el carbón de alguna fogata del campamento de Israel.
No se dice cuál fue la verdadera fuente de la que obtuvieron su fuego. Tampoco es importante. El punto es que utilizaron otro fuego distinto al que Dios mismo había encendido.
Su ofensa puede parecer insignificante para alguien acostumbrado al tipo de culto informal y autocomplaciente por el que se conoce a nuestra generación. También pueden haber estado bebiendo y tal vez ingirieron lo suficiente como para que su juicio fuera pobre. (Levítico 10.9 parece sugerir que este era el caso.)
Sin embargo, lo que la Escritura condena expresamente es el «fuego extraño» que ofrecieron. El punto crucial de su pecado fue acercarse a Dios de una manera descuidada, contumaz e inapropiada, sin el respeto que él se merecía. Ellos no lo trataban como santo ni exaltaron su nombre delante de la gente. La respuesta del Señor fue rápida y mortal. El «fuego extraño» de Nadab y Abiú encendió las llamas inextinguibles del juicio divino contra ellos, y fueron incinerados en el acto
C) Fue un pecado de “presunción no de ignorancia”
APLICACIONES PARA HIJOS DE MINISTROS, Y LA IGLESSIA
APLICACIONES PARA HIJOS DE MINISTROS, Y LA IGLESSIA
1- La mujer Samaritana en Juan 4; aunque tenia su Sacerdote, ritual y un monte estaba “ofreciendo fuego extraño en el altar”. ¿Por qué era extraño? Porque Jesus le dijo que ella “adoraba lo que no sabéis”. (Jn.4:22). ¿Con que fuego tenia que adorar? Fuego encendido por Dios que conduce a “adorar en Espíritu y en Verdad”.
2. Dios es santo, santísimo. El no le ha delegado a la iglesia la manera que el desea y debe ser adorado. Lo prescribe en su Santa Palabra.
Dios no recibe “TODO” lo que le ofrecemos. La ofrenda presuntuosa de Cain es un monumento que testifica sobre esto.
Este es un relato aterrador, y tiene implicaciones obvias para
la iglesia en nuestro tiempo. Está claro que es un delito grave deshonrar al Señor,
tratarlo con desprecio o adorarlo de una manera que detesta. Aquellos que adoran
a Dios deben hacerlo de la forma que él lo requiere, tratándolo como santo.
Y NO LLAMAR SANTO, O ESPIRITU SANTO A LO QUE NO ES-
ahora nos enfrentamos a un escenario de total confusión.
Muchos buscando fraternidad han acudido a ideas y prácticas que
provienen directamente de las religiones paganas,
¿como es posible que la iglesia del nombre , (iglesia apostolica) acuda a las practicas de los Neopentecostales trinitarias?
y un gran número de
jóvenes y creyentes impresionables han sido espiritualmente dañados en
el proceso. Han surgido líderes que Diseñan los trucos sutiles del
hipnotizador teatral con técnicas ocultas antiguas en su búsqueda de
resultados y multitudes que les sigan.
Esto es Fuego “fuego extraño”
Evangelio de la Prosperidad. esperanza de bienestar físico. Tal evangelio es ineficaz.
Evangelio de la riqueza material. Los pobres son derrotados, y los ricos viven en Victoria.
Evangelio del Humanismo y de la Confesión Positiva.Tu lo confiezas y se hace. !!Fuego extraño!!
Evangelio de la Falsa declaración y de la liberación y falsas sanidades y milagros.
Evangelio sin la Evidencia del espíritu santo es "Fuego extraño" Hechos 2.4 . es lo que el apostol pablo se encontro en efeso 19.2 ¿ recibiste el espiritu santo cuando creiste?-- ni hemos oido que hay espiritu santo. ¡que eso de espiritu santo.. que es eso de hablar en lenguas! mejor botemos a la gente de espalda... !!fuego extraño!!
Pastor Pablo Alarcon
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