La Biblia es como una pequeña
biblioteca que contiene muchos libros escritos por diferentes autores. La
palabra «Biblia» viene de la palabra griega biblia, que significa «libros». Pasaron
1100 años para que todos estos libros fueran escritos; y muchos años más,
para que la lista de libros que ahora conocemos como la Biblia se reuniera en
un solo libro.
La transmisión de las historias A T
Antes de que la Biblia fuera escrita,
las personas contaban las historias sobre Dios y sobre la relación de Dios con
su pueblo que ahora leemos en la Biblia. Esta etapa de transmisión de las
historias de boca en boca es conocida como la «tradición oral». Esta etapa duró
por muchos años; las familias transmitían las historias de sus antepasados a
las nuevas generaciones. En el caso de las escrituras judías (Antiguo
Testamento), algunas historias fueron contadas de manera oral durante siglos
antes de ser escritas de forma definitiva.
La escritura de las historias de la Biblia
Finalmente, cuando las sociedades del
Medio Oriente empezaron a desarrollar formas de escritura que eran fáciles de
aprender y de usar (alrededor del año 1800 a. C.), la gente comenzó a
escribir historias, canciones (salmos) y profecías que se convertirían
después en partes de la Biblia. Estos fueron escritos en papiro, un
material similar al papel, hecho de juncos o en papel vitela, que se hacía de
pieles secas de animales. Los libros del Antiguo Testamento no fueron escritos
al mismo tiempo. Este proceso duró siglos. Mientras que algunos libros se
escribían y recopilaban, otras historias todavía se transmitían de manera oral.
Ya que estas historias fueron escritas a veces de manera fragmentaria o se
compilaron más de una versión de la misma historia.
Nunca se han encontrado los
manuscritos originales de los libros que componen el Antiguo y el Nuevo
Testamento. Estos se desgastaron probablemente por el uso continuo o fueron
destruidos hace siglos. Sin embargo, copias de estos manuscritos fueron
hechas a mano y se convirtieron en posesiones valiosas de las sinagogas, las iglesias
y los monasterios. Antes de que estas copias se desgastaran, nuevas copias
fueron hechas; y después se hicieron más copias de estas copias, y así
sucesivamente, de generación en generación. Se han conservado algunas copias muy
antiguas de los escritos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y ahora
se conservan en museos y bibliotecas alrededor del mundo en lugares, como:
Jerusalén, Londres, París, Dublín, Nueva York, Chicago, Filadelfia, Ann Arbor,
Michigan, Grecia, Italia, Rusia y Sinaí.
Una vez que las historias de la
Biblia comenzaron a escribirse, se hizo necesario hacer nuevas copias antes de
que las copias más viejas se desgastaran por el uso y llegaran a ser ilegibles.
A veces, varios escribas hacían copias mientras que otro escriba leía el
texto en voz alta.
La preparación de la Biblia para un mundo cambiante
Fue durante este tiempo que las
escrituras judías fueron traducidas al griego. Esta traducción es
llamada la «Septuaginta», que significa «setenta» y a menudo se identifica por
el número romano para setenta (LXX). La leyenda de cómo la Septuaginta fue
hecha y de cómo obtuvo su nombre se narra en un documento llamado «Carta de
Aristeas». La leyenda dice que setenta y dos eruditos comenzaron a traducir las
escrituras judías del hebreo, todos al mismo tiempo. La carta continúa diciendo
que todos acabaron al mismo tiempo, en setenta y dos días, y que todos los
setenta y dos eruditos descubrieron que sus traducciones eran exactamente
idénticas. Todos los números «setenta y algo» que aparecen en la historia le
dieron el nombre a la traducción. Esta versión griega de la Biblia fue
utilizada por el pueblo judío que estaba disperso por todo el mundo romano,
porque la mayoría de ellos hablaba griego en vez de hebreo. Las copias más
antiguas de la Septuaginta datan del siglo II a. C., más de cien años antes del
nacimiento de Jesús. La Septuaginta fue también la principal versión de las
escrituras judías utilizadas por los cristianos primitivos.
Las discusiones de estos eruditos
fueron probablemente determinantes en la decisión de la comunidad judía de que
treinta y nueve libros deberían formar la lista santa: «el canon». Siete libros
llamados deuterocanónicos (que significa «la segunda lista») no fueron
incluidos en la primera lista. Hoy en día, la mayoría de las iglesias protestantes
siguen la lista original de treinta y nueve libros y lo llaman el Antiguo
Testamento
Las historias de Cristo y sus primeros discípulos
Jesús y la mayoría de sus seguidores
eran judíos, y utilizaron y citaron las escrituras judías. Después de que Jesús
murió y resucitó alrededor del año 30 d. C., las historias acerca de Jesús, así
como sus enseñanzas, fueron transmitidas de manera oral. No fue hasta
alrededor del año 65 d. C. que estas historias y enseñanzas comenzaron a ser
recopiladas y puestas por escrito en los libros conocidos como los Evangelios,
que constituyen aproximadamente la mitad de lo que los cristianos llaman el
Nuevo Testamento. Sin embargo, los primeros escritos del Nuevo Testamento
son probablemente algunas de las cartas que el apóstol Pablo escribió a los
grupos de seguidores de Jesús que estaban dispersos en todo el imperio romano.
La primera de estas cartas es seguramente 1 Tesalonicenses, que puede
remontarse a una fecha tan antigua como el año 50 d. C. Otros escritos del
Nuevo Testamento fueron escritos en el siglo I o en los primeros años del siglo
II d. C.
Los libros del
Nuevo Testamento fueron escritos en griego, una lengua internacional durante este
período del imperio romano. A menudo los libros y cartas se transmitían y leían
por separado. Por casi trecientos años (del 100-400 d. C.), los líderes y los
concejos de la iglesia primitiva argumentaron acerca de cuáles libros deberían
ser considerados sagrados y ser tratados con el mismo respeto dado a las
escrituras judías.
La traducción de la Biblia
Cuando los libros del Nuevo
Testamento fueron escritos, el idioma griego era el idioma hablado por la
mayoría de personas del mundo mediterráneo. Pero al final del siglo II d. C.,
los idiomas locales se estaban volviendo populares de nuevo, especialmente en
las iglesias locales. Entonces, se hicieron traducciones de la Biblia en latín,
la lengua de Roma; copto, un idioma de Egipto; y siriaco, una lengua de Siria.
En el año 383 d. C., se asignó a un sacerdote erudito llamado Jerónimo para
elaborar una traducción oficial de la Biblia en latín. Traducir toda la
Biblia le tomó a Jerónimo casi veintisiete años. Su traducción llegó a ser
conocida como la Vulgata y sirvió como la versión estándar de la Biblia en
Europa occidental por los siguientes mil años. En la edad media, solamente
los eruditos podían leer y entender el latín. Pero por el tiempo en que
Johannes Gutenberg inventó la imprenta moderna (alrededor del año 1456), el uso
de las lenguas vernáculas (locales o nacionales) era aceptable y generalizado
en ámbitos oficiales, educativos y religiosos. A medida que más personas
aprendieron a leer, creció la demanda de nuevas Biblias en las lenguas
vernáculas. Traductores como Martín Lutero, William Tyndale, Casiodoro de
Reina y Giovanni Diodati comenzaron a traducir la Biblia a los idiomas que la
gente utilizaba en su vida cotidiana.
La Biblia es un libro muy
antiguo que ha llegado a nosotros gracias a que muchos hombres y mujeres han
trabajado arduamente para copiar y estudiar los manuscritos, examinar
importantes artefactos y ruinas antiguas y traducir textos antiguos a lenguas
modernas. Su dedicación ha ayudado a mantener viva la historia del pueblo de
Dios
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