1 Samuel
18:14
El primer libro de Samuel nos relata la vida del rey Saúl. Encontramos
allí el cuadro de un hombre carnal que se muestra cada vez más claramente como
el encarnizado enemigo de David, el hombre según el corazón de Dios.
Consideraremos lo que Dios nos comunicó en relación con estos dos
hombres, empezando con Saúl y siguiendo con David.
La actitud de Saúl
Todo parecía comenzar bien. “Y viniendo David a Saúl, estuvo delante
de él; y él le amó mucho, y le hizo su paje de armas. Y Saúl envió a decir
a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo, pues ha hallado gracia en mis
ojos” (1 Samuel 16:21-22). Sin embargo, las apariencias engañan, y las cosas
iban a cambiar pronto.
Cuando venció al gigante Goliat con una simple honda, las mujeres
festejaron la victoria sobre los filisteos cantando: “Saúl hirió a sus miles,
y David a sus diez miles” (18:7). Aunque verdadera, esta declaración
produjo en Saúl una reacción carnal. Su orgullo se vio herido. “Y se enojó
Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho” (v. 8). Sintiendo que David
podía llegar a reemplazarlo, dejó escapar estas palabras: “No le falta más que el
reino” (v. 8).
“Y desde aquel día Saúl
no miró con buenos ojos a David” (v. 9). Sin embargo, este fue solo el
comienzo.
La maldad de Saúl fue manifestándose progresivamente. Algunos días más tarde,
mientras David tocaba el arpa delante de él, Saúl arrojó su lanza contra el
joven diciendo: “Enclavaré
a David a la pared” (v. 11). Sucedió en dos ocasiones, y en cada una de
ellas, por la gracia de Dios más que por su agilidad, David esquivó el golpe. “Mas Saúl estaba
temeroso de David, por cuanto Dios estaba con él, y se había apartado de Saúl”
(v 12).
Esto llevó a Saúl a tomar diversas medidas contra David. Para alejarlo de
sí, lo hizo jefe de mil (v. 13), alimentando la esperanza secreta e innoble de
que David caería en la guerra (v. 17). Sin embargo, todo esto no calmó en
ninguna manera su inquietud. Veía que David se conducía “tan prudentemente”
(v. 15), y tuvo temor de él.
Entonces concibió uno de los planes más perversos. Aprendiendo que
su hija Mical amaba a David, dijo para sí: “Yo se la daré, para que le sea por
lazo, y para que la mano de los filisteos sea contra él” (v. 21). “Pero Saúl
pensaba hacer caer a David en manos de los filisteos” (v. 25). Pero Dios hizo
fracasar sus planes. David salió victorioso de sus combates contra los
filisteos.
El estado de ánimo de Saúl se agravó.
Estaba obsesionado por el temor. Al ver que Dios estaba siempre con
David, “tuvo
más temor” (v. 29). Cayó en la trampa del temor de los hombres (Proverbios
29:25) El temor del hombre pondrá lazo;
Mas el que confía en Dios será exaltado. Brotó la raíz de amargura (Hebreos 12:15). Y Tiempo después, su determinación de querer dar muerte a David se hizo conocida en la corte (1 Samuel 19:1). Entonces, Jonatán intervino y se comprometió claramente en favor de David. Habló bien de David a Saúl su padre (v. 4).
Mas el que confía en Dios será exaltado. Brotó la raíz de amargura (Hebreos 12:15). Y Tiempo después, su determinación de querer dar muerte a David se hizo conocida en la corte (1 Samuel 19:1). Entonces, Jonatán intervino y se comprometió claramente en favor de David. Habló bien de David a Saúl su padre (v. 4).
Al principio, el resultado fue positivo, pues su padre lo escuchó y juró
por Dios que David no moriría. “Y llamó Jonatán a David, y le declaró todas
estas palabras; y él mismo trajo a David a Saúl, y estuvo delante de él como
antes” (v. 7). La situación parecía haberse normalizado, pero nada había
cambiado realmente. La envidia y la raíz de amargura estaba en su corazón.
Era solo un momento de calma antes de la tormenta. Hubo otra guerra,
y con ella otra victoria de David. Esto incitó nuevamente a Saúl a querer
deshacerse de él. Mientras David tocaba el arpa, Saúl trató de enclavarlo con
su lanza. Pero David se apartó y la lanza hirió la pared (v. 10). Después de
esto, David, advertido por su esposa Mical, huyó de los planes de homicidio de
su padre. Entonces, ella simuló que estaba enfermo, por lo que Saúl respondió: “Traédmelo
en la cama para que lo mate” (v. 15). Y cuando se dio cuenta del engaño,
dijo a su hija: “¿Por qué me has engañado así, y has dejado escapar a mi
enemigo?” (v. 17).
David huyó en busca de Samuel
y luego fue a ver a Jonatán. Más tarde, de acuerdo con Jonatán, no
participó en un festín con el rey, para poner en evidencia las verdaderas
intenciones de este. El primer día, Saúl logró disimular sus malos
pensamientos, suponiendo alguna excusa posible (20:26). Pero al día
siguiente, su cólera estalló y dijo: “Ha de morir” (v. 31). Con el corazón
profundamente turbado, Jonatán debió convencerse de que la decisión de su padre
era irrevocable. A David no le quedaba otra alternativa que huir.
3. Saúl continuó alimentando sus oscuras maquinaciones. Cuando se enteró
de que David había derrotado a los filisteos en Keila, pensó que había caído en
una trampa. “Entonces
dijo Saúl: Dios lo ha entregado en mi mano, pues se ha encerrado entrando
en ciudad con puertas y cerraduras” (23:7). Y convocó a su pueblo para ir a la
guerra. Pero David y sus hombres escaparon sin sufrir daño, yéndose adonde
pudieron. Y continuaron así. “Y lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios
no lo entregó en sus manos” (v. 14).
Saúl perseveró en el mal. Había determinado eliminar a David.
Lo buscó “entre todos los millares de Judá” (v. 23). Lo persiguió en
“el desierto de Maón” (v. 25), pero sin éxito.
Luego tomó tres mil hombres escogidos, y “fue en busca de David y de sus
hombres, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses” (24:2). Allí
entró Saúl en una cueva donde David estaba escondido. ¡Era una ocasión que no
había que desperdiciar!,
Se dijeron los hombres de David. Sin embargo, este rechazó
categóricamente matar al ungido de Dios. Cuando Saúl supo que se le perdonó la
vida, quedó estupefacto. “¿No es esta la voz tuya, hijo mío David? Y alzó
Saúl su voz y lloró” (v. 16). ¿Eran sinceros sus sentimientos? La
continuación de la historia nos muestra que no. Si hubieran sido sinceros, ¿cómo
habría podido dar a Mical su hija, mujer de David, a otro hombre? (25:44).
Habiendo recibido una información de parte de los zifeos acerca de David, Saúl salió
nuevamente con tres mil hombres escogidos para buscarlo (26:2). Durante la
noche, David y Abisai lograron entrar sin ser vistos en el campamento, y
tomaron la lanza y la vasija de Saúl. Cuando fue puesto frente a la evidencia
de los hechos, Saúl confesó: “He pecado; vuélvete, hijo mío David,
que ningún mal te haré más, porque mi vida ha sido estimada preciosa
hoy a tus ojos.
He aquí yo he hecho neciamente, y he errado en gran manera” (v. 21). Pero esto era solo
una confesión de labios. Ningún fruto demostró la sinceridad del
arrepentimiento, ¡sino todo lo contrario! Saúl era capaz de pronunciar hermosas
palabras: “Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú cosas grandes,
y prevalecerás” (v. 25). Aun siendo una verdad lo que dijo, ¿de qué
servían esas declaraciones?
Finalmente, Saúl cosechó lo que había sembrado. (31:1). Acababa de
profetizar su propia derrota y la encontró en la próxima batalla contra los
filisteos.
Como Esaú, fue un hombre que no pudo encontrar el camino del
arrepentimiento, aun cuando algunas veces sus palabras vacías lo aparentaron.
Anduvo por un camino de descenso sin aprovechar las ocasiones que Dios le
preparó para volverse. Era un injusto que intentaba quitarle la vida a un
justo. Y esto lo llevó a una muerte terrible: se echó sobre su propia espada
(v. 4). Saúl pasó a la historia como el triste ejemplo de un hombre impío y
carnal.
4. La actitud de David
Saúl actuaba siempre según su propia voluntad, mientras que David
buscaba cumplir la voluntad de Dios. En esto correspondía exactamente a la
imagen del rey que Dios quería establecer sobre su pueblo. “Dios se ha buscado un
varón conforme a su corazón” (1 Samuel 13:14). Y Dios pudo dar
este testimonio: “He
hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo
que yo quiero” (Hechos 13:22).
El relato de su vida nos muestra cómo maduró progresivamente en la
escuela de Dios, particularmente a través de los sufrimientos que soportó de
parte de Saúl. Salvo algunas raras debilidades, su actitud a lo largo de la
prueba es admirable. De muchas maneras, tiene el honor de ser una luminosa
figura del Señor Jesús.
5. ¿Que hacer frente a la creciente hostilidad de un Hombre Carnal y envidioso?
David no devolvía mal por mal. En la integridad de su corazón,
permaneció puro e inocente. Cuando Saúl reveló a su hijo que quería dar muerte
a David, Jonatán intervino en su favor dando este testimonio: “Ninguna cosa ha
cometido contra ti, y… sus obras han sido muy buenas para contigo” (1 Samuel
19:4).
Y David podía mirar
a Jonatán a los ojos cuando le decía: “¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o
cuál mi pecado contra tu padre, para que busque mi vida?” (20:1).
De la misma manera, el Señor Jesús podía preguntar a sus enemigos: “¿Quién de vosotros me
redarguye de pecado?” (Juan 8:46). Nadie podía responder esa pregunta.
Cuando Jonatán reveló a su amigo que su padre había decidido
resueltamente darle muerte, lloraron “el uno con el otro; y David lloró más”
(v. 41). No dijo ninguna palabra. Sus lágrimas expresaban todo. Su actitud nos
hace pensar en Aquel que “no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;
quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no
amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro
2:22-23).
Es notable ver cómo David estaba dispuesto a cargar con toda la falta.
Cuando escuchó que Saúl asesinó al sacerdote Ahimelec y a los suyos, David dijo
a Abiatar: “Yo he ocasionado la muerte a todas las personas de la casa de tu
padre” (22:22).
6.David es para nosotros un modelo en su dependencia de Dios. Cuando supo
que Saúl quería cercarlo en Keila, no consultó “con carne y sangre”
(Gálatas 1:16), sino que consultó al Dios de Israel (23:10-12). Y Dios le dio
una respuesta clara que le permitió huir a tiempo. El Señor Jesús, el supremo
modelo, pudo decir: “Padre,
gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes” (Juan 11:41-42).
David se dejó conducir por el temor de Dios y por una conciencia
sensible. Reconoció plenamente la autoridad que Dios había dado a Saúl como rey.
No quería ser culpable hacia este hombre, y encomendó su causa “al que juzga
justamente” (1 Pedro 2:23).
Trató de ganarse el corazón de Saúl, cuando le dijo: “¡Mi señor el rey!...
¿Por qué oyes las palabras de los que dicen: Mira que David procura tu mal? He
aquí han visto hoy tus ojos cómo Dios te ha puesto hoy en mis manos en la
cueva; y me dijeron que te matase, pero te perdoné, porque dije: No extenderé
mi mano contra mi señor, porque es el ungido del señor . Y mira, padre mío,
mira la orilla de tu manto en mi mano… No hay mal ni traición en mi mano…
Juzgue el señor entre tú y yo, y
véngueme de ti Dios; pero mi mano no será contra ti” (1 Samuel 24:8-12). Anduvo en el temor
de Dios, plenamente confiado en él.
Después de que Saúl cayera en el monte de Gilboa, un amalecita, con un
fin interesado, fue a anunciar a David que había matado al rey, pero este lo
mandó matar. Luego entona una endecha a Saúl y sus hijos: “Hijas de Israel,
llorad por Saúl” (2 Samuel 1:24). Ningún rastro de gozo, ningún
pensamiento de venganza hacia el hombre que le había hecho tanto mal.
7. Una mirada al libro de los salmos nos revelará el secreto que permitió a
David tener esa actitud y esos sentimientos. Mantenía en su corazón una
relación secreta con su Dios. Cuando Saúl hizo vigilar su casa para darle
muerte, lo escuchamos decir: “Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de
mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi
angustia. Fortaleza mía, a ti cantaré; porque eres, oh Dios, mi refugio, el
Dios de mi misericordia” (Salmo 59:16-17).
Tenía a Dios ante sus ojos, y no a los hombres. En el desierto de
Judá dijo: “Dios,
Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te
anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu
gloria, así como te he mirado en el santuario” (Salmo 63:1-2).
conclusión. Esta relación de confianza con el Dios vivo lo protegía de cometer
cualquier desliz en sus relaciones con un hombre malo y perverso .
¿tienes enemigos? ¿ ves como se juntan contra ti ?
Nuestro salmo con David cantemos junto a el Salmos
71:4-14
Dios mío, líbrame de la mano del impío,
De la mano del perverso y violento. Porque
tú, oh Señor eres mi esperanza:
Seguridad mía desde mi juventud.
Por
ti he sido sustentado desde el vientre: De las entrañas de mi madre tú fuiste
el que me sacaste: De ti será siempre mi alabanza.
Como
prodigio he sido á muchos; Y tú mi refugio fuerte.
Sea
llena mi boca de tu alabanza, De tu gloria todo el día.
No
me deseches en el tiempo de la vejez; Cuando mi fuerza se acabare, no me
desampares.
Porque
mis enemigos han tratado de mí; Y los que acechan mi alma, consultaron
juntamente.
Diciendo:
Dios lo ha dejado: Perseguid y tomadle, porque no hay quien le libre.
Oh
Dios, no te alejes de mí: Dios mío, acude presto á mi socorro.
Sean
avergonzados, fallezcan los adversarios de mi alma; Sean cubiertos de vergüenza
y de confusión los que mi mal buscan. Mas yo siempre esperaré, Y añadiré
sobre toda tu alabanza
Pastor Pablo alarcon
Ianj Church
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